El otro día, en una reunión de trabajo que reunía a varios líderes empresariales, me encontré -por unos minutos- admirando las mentes brillantes de los allí presentes.
Por: Washington Botelho
Presidente de JLL Work Dynamics para América Latina.
(M&T)-. Tenían conocimientos diversos, formados por conocimientos únicos, y cuando se reunían en torno a un problema empresarial, demostraban ser capaces de las soluciones más innovadoras y competentes.
La construcción colectiva de la inteligencia siempre me ha fascinado.
Matemáticamente hablando, las combinaciones entre los conocimientos y la capacidad creativa de un grupo de personas son casi infinitas. Hasta hace poco, este poder exponencial era algo etéreo que se cernía conceptualmente sobre los defensores del trabajo en equipo. Ahora, sin embargo, se abre un universo de posibilidades con el creciente uso -y perfeccionamiento- de la inteligencia artificial. Ya sabemos que la IA es capaz de almacenar datos, hechos y producir contenidos. Pero ¿y si fuera capaz de reunir, conectar y amplificar el conocimiento que reside individualmente en cada uno de nosotros?
Sin duda, usted y yo compartimos muchos conocimientos. Sin embargo, es muy probable que nuestra forma de utilizar este conocimiento, de explicarlo y de relacionarnos con él sea muy particular. ¿Por qué? Porque somos personas distintas, con repertorios e historias de vida diferentes. Tenemos semejanzas en muchas cosas, pero diferimos en otras, formando un entramado único de conocimientos.
En esta complejidad reside nuestra riqueza. Confieso que no sé si seremos capaces de evolucionar hasta el punto de que la IA sea capaz de captar la profundidad del ecosistema de conocimiento que somos capaces de desarrollar en nuestras mentes. Pero sería muy interesante que pudiera llegar a registrar algunas de estas conexiones.
Sin saber aún cuál será el resultado de este proceso, he invertido continuamente en aprender más sobre IA y neurociencia, y trato de incorporar a mi equipo a expertos capaces de ayudarme a crear soluciones en esta dirección.
Imagine cómo esto podría ayudarnos a predecir situaciones de riesgo y desarrollar soluciones. Yendo más allá, permitiría a las empresas preservar el capital intelectual acumulado colectivamente en un proyecto complejo para que otros colaboradores puedan aprovechar esas ganancias en nuevos proyectos.
Así pues, la IA puede convertirse en un valioso aliado para empleados y empresas, generando un entorno de trabajo más productivo, creativo y colaborativo. Sin embargo, es importante planificar e implementar este recurso de forma estratégica, preservando aspectos éticos como la transparencia y la responsabilidad en el uso de los datos. De esta forma, es posible maximizar los beneficios de la IA y aprovechar todo el potencial de conexión y expansión del conocimiento humano.
Obviamente, cuando llegamos a este nivel de reflexión, surge la pregunta: ¿qué pasa con nosotros, los humanos? ¿Podremos ser sustituidos? Seremos más libres para relacionarse interpersonalmente y para crear. Pasaremos menos tiempo tropezando y empezaremos a aprender. Seguiremos cometiendo errores, pero serán nuevos y más complejos. Tal vez esto nos lleve a una relación más armoniosa con el trabajo, liberando más tiempo para lo que exactamente nos hace únicos e indispensables: nuevas experiencias y descubrimientos.
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